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Basileia

22 de noviembre de 2011

Èsú de mensajero a diablo


Los primeros europeos que tuvieron contacto en África con el culto del Orixá Èsú de los Yorubas, venerado por los fon como el vodum
Legba o Elegbara, atribuyeron la esa divinidad una doble identidad:
La del dios fálico greco-romano Príapo y la del diablo de los judíos y cristianos. 
La primera a causa de los altares, representaciones materiales y símbolos fálicos del orixá-vodum; La segunda en razón de sus atribuciones específicas en el panteón de los Orixás y Voduns y
sus calificaciones morales narradas por la mitología, que lo muestra
como un Orixá que contraría las reglas más generales de conducta
aceptadas socialmente, si bien no sean conocidos mitos de Èsú que lo
identifiquen con el diablo. 
Atribuciones y carácter que los recién llegados cristianos no podían concebir, entrever sin el bies
etnocéntrico y mucho menos aceptar. 
En las palabras de Pierre Verger, Èsú "tiene un carácter susceptible, violento, irascible, astucioso, grosero, vanidoso, indecente", de modo que "los primeros misioneros, espantados con tal conjunto, lo asimilaron al Diablo y hicieron de él el símbolo de todo lo que es maldad, perversidad, aberración y odio, en oposición a la bondad, pureza, elevación y amor de Dios" (Verger, 1999)

Así, los escritos de viajantes, misioneros y otros observadores que estuvieron en territorio Fon o Yoruba entre los siglos XVIII y XIX, todos ellos de cultura cristiana, cuando no cristianos de profesión, describieron a Èsú siempre resaltando aquellos aspectos que lo mostraban, a los ojos occidentales, como entidad destacadamente sexualizada y demoníaca. 


Uno de los primeros escritos que se refieren la Legba, sino el primero, es debido a Pommegorge, de lo cual se publicó en 1789 un relato de viaje informando que "a un cuarto de legua del fuerte los daomeanos hay un dios Príapo, hecho groseramente de tierra, con su principal atributo [el falo], que es enorme y exagerado con relación a la proporción del resto del cuerpo"
De 1847 tenemos el testimonio de John Duncan, que escribió: "Las partes bajas [la genital] de la estatua son grandes, desproporcionadas y expuestas de la manera más espantosa" (Duncan, 1847)
Es de 1857 la descripción del pastor Thomas Bowen, en que es enfatizado el otro aspecto atribuido por los occidentales a Èsú: "En la lengua Yoruba el diablo es denominado Èsú, aquel que fue enviado otra vez, nombre que viene de su, jugar fuera, y Elegbara, el poderoso, nombre debido a su gran poder sobre las personas" (Bowen,1857)
Treinta años después, el abad Pierre Bouche fue bastante explícito: "Los negros reconocen en Satan el poder de la posesión, pues lo denominan comúnmente Elegbara, es decir, aquel que se apodera de nosotros" (Bouche, 1885  Y hay muchos otros relatos antiguos ya citados por Verger (1999), ninguno menos desfavorable al dios mensajero que esos.
En 1884, se publicó en Francia el libro Fétichisme y féticheurs, de autoría de R. P. Baudin, padre católico de la Sociedad de las Misiones Africanas de Lyón y misionero en la Costa de los Esclavos.
Fue ese el primer libro a tratar sistemáticamente de la religión de los Yorubas. 
El relato del padre Baudin es rico en pormenores y precioso en informaciones sobre el panteón de los Orixás y aspectos básicos del culto, tanto que el libro permanece como fuente pionera de la cual los investigadores contemporáneos no pueden evadirse, pero sus interpretaciones del papel de Èsú en el sistema religioso de los pueblos Yorubas, a partir de las observaciones hechas en una perspectiva cristiana del siglo XIX, son devastadoras. 
Y ampliamente reveladoras de imágenes que hasta hoy pueblan el imaginario popular en Brasil, para no decir del propio pueblo de santo que adora Èsú, por lo menos en su gran parte. 
Así es retratado Èsú por padre Baudin": El jefe de todos los genios maléficos, el peor de ellos y el más temido, es Èsú, palabra que significa el rechazado; también llamado Elegbá o Elegbara, el fuerte, o aún Ogongo Ogó, el genio del bastión nudoso. "Para prevenirse de su maldad, los negros colocan en sus casas el ídolo de Olarozê, genio protector del hogar, que, armado de un bastión o sable, le protege la entrada. 
Pero, a fin de ponerse a salvo de las crueldades de Elegbá, cuando es preciso salir de casa para trabajar, no se puede jamás olvidar de dar a él parte de todos los sacrificios. 
Cuando un negro quiere vengarse de un enemigo, él hace una copiosa oferta la Elegbá y lo regala con una fuerte ración de aguardiente o de vino de palma. 
Elegbá se queda entonces furioso y, si el enemigo que no estuviera bien protegido de talismanes, correrá gran peligro.
"Es este genio malvado que, por sí mismo o por medio de sus compañeros espíritus, empuja el hombre para el mal y, sobre todo, lo excita para las pasiones vergonzosas. . 
Muchas veces, vi negros que, punidos por robo u otras faltas, se disculpaban diciendo: 'Eshu l'lo ti mi', es decir, 'Fue Èsú que me impulso'. "La imagen hedionda de ese genio malévolo es colocada en el frente de
todas las casas, en todas las plazas y en todos los caminos."Elegbá es representado sentado, las manos sobre las rodillas, en completa desnudez, bajo una cobertura de hojas de palmera. 
El ídolo es de tierra, de forma humana, con una cabeza enorme. 
Penas de aves representan sus cabellos; dos búzios forman los ojos, otros, los dientes, lo que le da una apariencia horrible.
"En las grandes circunstancias, él es inundado de aceite de dendê y sangre de gallina, lo que le da una apariencia más pavorosa aún y más horrenda.
Para completar con dignidad la decoración del inmóvil símbolo del Príapo africano, se colocan junto de él cabos de azada usados o gruesos porretes nudosos. 
Los buitres, sus mensajeros, felizmente vienen a comer las gallinas, y los perros, las otras víctimas a él
inmoladas, sin los cuales el aire quedaría infectado."El templo principal se queda en Woro, cerca de Badagry, en medio de un hermoso bosque encantado, bajo palmeras y árboles de gran belleza. . 
Cerca de la laguna en que se realiza una gran feria, el suelo esta lleno de búzios que los negros tiran como oferta la Elegbá, para que él los deje en paz. 
Una vez por año, el hechicero de Elegbá junta los búzios para comprar un esclavo que le es sacrificado, y aguardiente para animar las danzas, quedándose el resto para el hechicero.
El caso siguiente demuestra la inclinación de Elegbá para hacer el mal:
"Envidioso de la buena armonía que existía entre dos vecinos, él resolvió desunirlos. Para tanto, él puso en la cabeza un gorro de brillante blancura de un lado y completamente rojo del otro. 
Después pasó entre los dos, cuando estaban cultivando sus campos. 
Él los saludó y continuó su camino.
"Cuando él pasó uno de ellos dijo":
— Que lindo gorro blanco! "
— De ninguna manera
— dijo el otro.
— Es un magnífico gorro rojo.
"Desde entonces, entre los dos antiguos amigos, la disputa se hizo tan viva, que uno de ellos, exasperado, quebró la cabeza del otro con un golpe de azada." (Baudin, 1884)
El texto termina así, con ese mito muy conocido en los candomblés brasileños, y que expresa de modo emblemático la duplicidad de este Orisá. 
Sin entrar en pormenores que ciertamente eran impropios a la formación púdica del misionero, hay la libre referencia la Príapo, el dios fálico greco-romano, guardián de los jardines y pomares, que en el sur de Italia imperial vino a ser identificado con el dios Hogar de los romanos, guardián de las casas y también de las plazas, calles y encrucijadas, protector de la familia y patrono de la sexualidad.
No hay referencias textuales sobre el carácter diabólico atribuido por el misionero la Èsú, que la descripción prenuncia, pero hay un dato muy interesante en el grabado que ilustra la descripción y que revela la dirección de la interpretación de Baudin. 
En una ilustración aparece un hombre sacrificando una ave a Èsú, representado por una estatuilla protegida por una casita situada junto a la puerta de entrada de la casa. 
La leyenda de la figura dice: "Elegbá, el malvado espíritu o el Demonio"
Príapo y Demonio, las dos calidades de Èsú para los cristianos. 
Ya está allá, en ese texto católico de 1884, el binomio pecaminoso infringido a Èsú en su enfrentamiento con El Occidente: Sexo, pecado, lujuria, fornicación y maldad. 
Nunca más Èsú se libraría de la imputación de esa pareja pecha, condenado a ser el Orisá más incomprendido y calumniado del panteón afro-brasileño, como bien se acordaron Roger Bastide, que, en la década de 1950, se refirió a Èsú como esa "divinidad calumniada" (Bastide, 1978), y Juana Elbein de los Santos, prácticamente la primera investigadora en Brasil a interesarse por la recuperación de los atributos originales africanos de Èsú (Santos, 1976), atributos que fueron en Brasil ampliamente encubiertos por las características que le fueron impuestas por las re-interpretaciones católicas en la formación del modelo sincrético que garabateo la religión de los Orisás en Brasil.
Para los antiguos Yorubas, los hombres habitan la Tierra, el Aiê, y los dioses Orisás, el Orum. 
Pero muchos lazos y obligaciones conectan los dos mundos. 
Los hombres alimentan continuamente los Orisás, dividiendo con ellos su comida y bebida, los visten, adornan y cuidan de su diversión. 
Los Orisás son parte de la familia, son los remotos fundadores de los linajes cuyos orígenes se pierden en el pasado mítico. 
En pago de esas ofrendas, los Orisás protegen, ayudan y dan identidad a sus descendientes humanos. También los muertos ilustres merecen tal cuidado, y su recuerdo los mantienen vivos en el presente de la colectividad, hasta que un día puedan renacer como un nuevo miembro de su misma familia. 
Es esa la simple razón del sacrificio: alimentar la familia toda, inclusive los más ilustres y más distantes ancestrales, alimentar los padres y madres que están en el origen de todo, los dioses, en una re-afirmación permanente de que nada se acaba y que en los lazos comunitarios están amarrados, sin solución de
continuidad, el presente de la vida cotidiana y el pasado relatado en los mitos, de lo cual el presente es reiteración.
Las ofrendas de los hombres a los Orisás deben ser transportadas hasta el mundo de los dioses. 
Èsú tiene este gravamen, de transportista. 
También es preciso saber si los Orisás están satisfechos con la atención a ellos dispensada por sus descendientes, los seres humanos. 
Èsú propicia esa comunicación, trae sus mensajes, es el mensajero. 
Es fundamental para la supervivencia de los mortales recibir las determinaciones y los consejos que los Orisás envían del Aiê. 
Èsú es el portador de las orientaciones y órdenes, es el portavoz de los dioses y entre los dioses. 
Èsú hace el puente entre este mundo y mundo de los Orisás, especialmente en las consultas
oraculares. 
Como los orisás interfieren en todo lo que ocurre en este mundo, incluyendo el cotidiano de los vivientes y los fenómenos de la propia naturaleza, nada acontece sin el trabajo de intermediario del
mensajero y transportista Èsú. 
Nada se hace sin él, ningún cambio, ni aún una repetición. 
Su presencia está consignada incluso en el primer acto de la Creación: sin Èsú, nada es posible. 
El poder de Èsú, por lo tanto, es inconmensurable.
Èsú debe entonces recibir los sacrificios votivos, debe ser propiciado, siempre que algún Orisá recibe ofrenda, pues el sacrificio es el único mecanismo a través de lo cual los humanos se dirigen a los Orisás, y el sacrificio significa a re-afirmación de los lazos de lealtad, solidaridad y retribución entre los habitantes del
Aiye (tierra) y los habitantes del Orun (cielo). 
Siempre que un Orisá es interpelado, Èsú también lo es, pues la interpelación de todos se hace a través de él. 
Es preciso que él reciba ofrenda, sin la cual la comunicación no se realiza. 
Por eso es costumbre decir que Èsú no trabaja sin pago, lo que acabó por imputarle, cuando el ideal
cristiano del trabajo desinteresado de la caridad se interpuso entre los santos católicos y los Orisás, la imagen de mercenario, interesado y banal. 
Como mensajero de los dioses, Èsú todo sabe, no hay secretos para él, todo él oye y todo él transmite. 
Y puede casi todo, pues conoce todas las recetas, todas las fórmulas, todas las magias. 
Èsú trabaja para todos, no hace distinción entre aquellos a quién debe prestar servicio por imposición de su cargo, lo que incluye todas las divinidades, más los antepasados y los humanos. 
Èsú no puede tener preferencia por este o aquel. 
Pero tal vez lo que lo distingue de todos los otros dioses es su carácter de transformador:
Èsú es aquel que tiene el poder de quebrar la tradición, poner las reglas en cuestión, romper la norma y promover el cambio. 
No es pues de extrañarse que sea considerado peligroso y temido, aunque se trata de aquel que es el propio principio del movimiento, que todo transforma, que no respeta límites y, así, todo lo que contraría las
normas sociales que regulan el cotidiano pasa a ser atributo suyo.
Èsú carga calificaciones morales e intelectuales propias del responsable por el mantenimiento y funcionamiento del estatus quo, inclusive representando el principio de la continuidad garantizada por la sexualidad y reproducción humana, pero al mismo tiempo él es el innovador que hiere las tradiciones, un ente por lo tanto nada confiable, que se imagina, así pues, ser dotado de carácter inestable, dudoso, interesado, turbulento y arrivista. 
Para un Yoruba u otro africano tradicional, nada es más importante que tener una prole numerosa y para la garantizarla es preciso que haya muchas esposas y una vida sexual regular y proficua. 
Es preciso generar muchos hijos, de modo que, en esas culturas antiguas, el sexo tiene un sentido social que envuelve la propia idea de garantía de la supervivencia colectiva y perpetuación de los linajes, clanes y ciudades. 
Èsú es el patrono de la cópula, que genera hijos y garantiza la continuidad del pueblo y la eternidad del hombre. 
Ningún hombre o mujer puede sentirse realizado y feliz sin una numerosa prole, y la actividad sexual es decisiva para eso. 
Es de la relación íntima con la reproducción y la sexualidad, tan explicitadas por los símbolos fálicos que lo representan, que transcurre la construcción mítica del genio libidinoso, lascivo, carnal y desarreglado de Èsú-
Elegbara. 
Eso todo contribuyó enormemente para modelar su imagen estereotipada de Orisá difícil y peligroso que los cristianos reconocieron como demoníaca. 
Cuando la religión de los Orisás, originalmente politeísta, vino a ser practicada en Brasil del siglo XIX por negros que eran al mismo tiempo católicos, todo el sistema cristiano de pensar el mundo en términos del bien y del mal dio un nuevo formato a la religión africana, en lo cual un nuevo papel esperaba por Èsú.


En el candomblé, como en África, Èsú es concebido como divinidad múltiple, lo que también ocurre con los Orisás, que son reconocidos y venerados a través de diferentes invocaciones, calidades o avatares, cada cual referido a un aspecto mítico del Orisá, la una su función específica en el patronato del mundo, a un accidente geográfico la que es asociado etc. 
Siendo el propio movimiento, Èsú se multiplica al infinito, pues cada casa, cada calle, cada ciudad, cada mercado etc. tiene su guardián. 
También cada ser humano tiene su Èsú, que es asentado, nominado y regularmente propiciado, conectando aquel ser humano a su Orisá personal y al mundo de las divinidades. 
Son muchas las invocaciones de Èsú, muchos sus nombres. 
Según el Ogan Gilberto de Èsú, son los siguientes los nombres y atribuciones de Exu más
conocidos:
Yangui, el primero de la Creación, representado por la laterita 
Exu Agbá, Agbô, o Moagbô, el más viejo; 
Igbá Quetá, el Exu de la calabaza- asentamiento 
Ocotó, el patrono de la evolución, representado por el caracol 
Obassim, el compañero de Odudua 
Odara, el dueño de la felicidad, de la armonía 
Ojissebó, el mensajero de los orisás;
Eleru, lo que transporta lo cargo de los iniciados 
Enugbarijó, lo que propicia la prosperidad
Elegbara o Legba, lo que tiene el poder de la transformación, principio del movimiento 
Bará, el dueño de los movimientos del cuerpo humano
Olonam, o Lonã, el señor de los caminos
Icorita Metá, el Exu que guarda las encrucijadas
Olobé, el dueño del cuchillo ritual
Elebó, el Exu de las ofrendas
Odusó o Olodu, el guardián del oráculo
Elepô, el señor del aceite de dendê
Iná, el fuego, el patrono de la comunidad que es reverenciado en la ceremonia del padê. 
A estos nombres-calidades de Exu podemos añadir otros registrados por Verger en África y en Brasil, como Eleiembó,
Laroiê, 
Alaquetu, el señor de Keto
Aquessam, señor del mercado de Oió 
Lalu y Jelu
además de nombres que Verger acredita en Brasil a los cultos de origen Fon y Bantu, a saber
Tiriri, Jelebara, Jiguidi, Mavambo, Emberequetê, Sinza Muzila y Barabô. 
La mayoría de esos nombres y atribuciones, originalmente africanos, es preservada en las casas de candomblé de linajes más conectados a la preservación y recuperación de las raíces. 
Son nombres que indican sucintamente las distinguidas funciones de Exu: el mensajero, el transportista, el
transformador, el repositor y el donante. 
Tales nombres y atribuciones están, pero, ausentes en la mayor parte de la Kimbanda y en ciertos segmentos del candomblé, en que el reconocimiento de Exu como el diablo es explícito, siendo su jerarquía conocida y bastante divulgada por publicaciones religiosas. 
Según la tabla umbandista de correspondencia Exu-diablo, la entidad suprema de la "izquierda" es
el Diablo Mayoral, o Exu Sombra, que sólo raramente se manifiesta en el trance ritual. 
El tiene como generales: Exu Marabô o diablo Put Satanaika, Exu Manguera o diablo Agalieraps, Exu-Mor o diablo Belzebu, Exu Rey de las Siete Encrucijadas o diablo Astaroth Exu Cierra Calle o diablo Tarchimache, Exu Terciopelo o diablo Sagathana, Exu Tiriri o diablo Fleuruty, Exu de los Ríos o diablo Nesbiros y Exu Calunga o diablo Syrach. 
Bajo las órdenes de estos y comandando otros más están: Exu Ventania o diablo Baechard, Exu Quiebra Rama o diablo Frismost, Exu de las Siete Cruces o diablo Merifild, Exu Tronqueira o diablo Clistheret, Exu de las Siete Poeiras o diablo Silcharde, Exu Gira Mundo o diablo Segal, Exu de las Matas o diablo Hicpacth, Exu de las Piedras o diablo Humots, Exu de los Cementerios o diablo Frucissière, Exu Murciélago o diablo Guland, Exu de las Siete Puertas o diablo Sugat, Exu de la Piedra Negra o diablo Claunech, Exu de la Capa Negra o diablo Musigin, Exu Marabá o diablo Huictogaras, y Exu- Mujer, Exu Pombagira, simplemente Pombagira o diablo Klepoth. 
Pero hay también los Èsú que trabajan bajo las órdenes del Orisá Omulu, el señor de los cementerios, y sus ayudantes Exu Calavera o diablo Sergulath y Exu de la Medianoche o diablo Hael, cuyos nombres más
conocidos son Exu Tata Calavera (Proculo), Exu Brasa (Haristum) Exu Mirim (Serguth), Exu Pemba (Brulefer) y Exu Pagano o diablo Bucons (Conforme Fontennelle, s/d; Bittencourt, 1989; Omolubá, 1990). En la Umbanda, así como en el candomblé, cada Exu cuida de tareas específicas, siendo grande y compleja la división de trabajo entre ellos. 
Por ejemplo, Èsú Beludo ofrece protección contra los enemigos. 
Èsú Tranca Ruas puede generar todo tipo de obstáculos en la vida de una persona. 
Èsú Pagao tiene el poder de instalar el odio en el corazón de las personas. 
Exu Mirim es el guardián de los niños y también hace trabajos de amarracion de amor. 
Exu Pemba es el propagador de las enfermedades venéreas y facilitador de los amores clandestinos. 
Exu Morcego tiene el poder de transmitir cualquier enfermedad contagiosa. 
Exu de las Siete Puertas facilita la apertura de cerraduras, cofres y otros compartimentos secretos materiales y simbólicos. 
Exu Tranca Todo es el regente de festines y orgías. 
Exu de la Piedra Preta es invocado para el éxito en transacciones comerciales. 
Exu Tiriri puede enflaquecer la memoria y la conciencia.
Exu de la Capa Preta comanda los desentendimientos y la discordia.
Igualmente son múltiples los nombres y funciones de Pombagira:
Pombagira Reina, Maria Padilha, Pombagira Siete Saias, Maria Mulambo, Pombagira de la Calunga, Pombagira Gitana, Pombagira del Crucero, Pombagira Gitana de los Siete Cruceros, Pombagira de las Almas, Pombagira Maria Quitéria, Pombagira Dama de la Noche, Pombagira Minina, Pombagira Mirongueira, Pombagira Minina de la Playa. 
Pombagira es especialista notoria en casos de amor, y tiene poder para propiciar cualquier tipo de unión amorosa y sexual. 
Ella trabaja contra aquellos que son enemigos suyos y de sus devotos. 
Pombagira considera sus amigos todos aquellos que la buscan necesitando sus favores y que saben como agradecerle y agradarla. 
Se debe regalar Pombagira con cosas que ella usa en el terreiro, cuando incorporada: tejidos sedosos para sus ropas, perfumes, joyas y bisuterías, champaña y otras bebidas, cigarrillo, cigarrita y boquilla, rosas
rojas abiertas (sin espinas), además de las ofrendas de obligación, los animales sacrificables y las de despachos dejados en las encrucijadas, cementerios y otros locales, a depender del trabajo que se hace, siempre iluminado por las velas rojas, negras y, a las veces, blancas.



Traducción: Babalorisa Gastón ti Osala Olokum del original Èsú, de mensajero a diablo, Reginaldo Prandi

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